domingo, 15 de septiembre de 2013

Guía práctica para discutir con la gente culta e izquierdosa…

Los análisis post-electorales, de los que ya casi nadie se acuerda, apuntaron un dato interesante con respecto a los votos a favor del PRI, y es que fueron inversamente proporcionales al nivel educativo. Es decir, mientras la gente con más estudios le apostó a lo más parecido a una izquierda que tenemos en nuestro país, o uno que otro se adhirió a la pegajosa frase: “mi gallo es gallina, y se llama Josefina”, la gente que uno pensaría que está más necesitada de cambio, ese “México profundo” del que hablaba Guillermo Bonfil Batalla, ese “pueblo” a nombre del que habla AMLO, y que por el simple hecho de ser “el pueblo”, “nunca se equivoca”, votó por nuestro enemigo público número uno.
                Esto ha traído severos problemas para ambos bandos. A la izquierda intelectualoide le dio por calificar como traidores a quienes “vendieron su voto” por una despensa o una tarjeta de Soriana, y hasta por burlarse de ellos; y es que nada da más coraje que estar hablando a nombre “del pueblo” (que aclaro, en mi opinión no existe), y que cuando el pueblo por fin externe su opinión (si es que a tachar un papel le llamamos ejercicio democrático) nos contradiga.
Pero sobre todo, este proceso electoral dejó al régimen sin intelectuales. Aún con el escaso IQ de Vicente Fox y su facilidad para decir estupideces, o lo dudoso del proceso por el cual Felipe Calderón llegó a la presidencia, existían personajes con una importante trayectoria académica –aunque a muchos nos puedan caer mal– con argumentos sumamente incisivos para legitimar el régimen. Solo doy un ejemplo: la libertad de expresión alcanzada después del año 2000, por ejemplo, era, según Krauze, comparable con la alcanzada durante el período en el que Francisco I. Madero, y había que tener cuidado de hacer un uso responsable de la misma, pues corríamos el riesgo de sabotear al nuevo régimen como había ocurrido con el apóstol de la democracia. Podríamos también mencionar a gente de la talla de Jorge Castañeda, o a la misma Denisse Dresser, quienes en su momento consideraron a Acción Nacional, ya si no como la mejor opción, por lo menos como el menor de los males. Hasta el momento, debo decir que la única apologética del IFE que me ha llegado a “convencer” es la de José Woldenberg, quien con algo de razón, ha señalado que este es el único mecanismo con el que contamos para elegir “democráticamente” a nuestros representantes, y que más que su funcionamiento, lo que urge repensar es si un régimen presidencialista responde a las necesidades de la actualidad.
Pero defender al PRI es como alguien diría de en su momento de Cuba, defender lo indefendible. Sin embargo, algo hay que alegarle a esa gente revoltosa que solo busca pretextos para quejarse de todo, para no trabajar (aunque en el fondo sabemos que muchos de los manifestantes trabajan más que el promedio) y/o para ver siempre lo negativo de las coas. Y como el tan socorrido “el cambio está en uno mismo”, transfigurado en un “ser ciudadano de tiempo completo”, que a su vez se traduce en un: "se hace más no dando mordidas, limpiando la banqueta y siendo amable y honesto con todos, que saliendo a las calles a manifestarse", se ha desvirtuado gracias a las redes sociales, que utilizan la primera de las frases para burlarse de la gente conservadora o reaccionaria, resulta urgente pensar en argumentos certeros que sirvan, o para justificar el que todo siga igual, o mínimo para aparentar que somos bien progres, cuando en realidad solo nos interesa que nuestra vida siga tranquila y feliz, total ¿es por lo que hemos trabajado tanto, no? Aquí van algunos puntos con los que podrá discutir con estos parásitos.

1)     Apele a Dios. Si sus discusiones son en ámbitos religiosos, puede con toda tranquilidad apelar a Dios, a la virgencita o a la Biblia, pues dependiendo del caso, ellos no pueden equivocarse. “Dar al César lo que es del César” o “toda autoridad ha sido dada por Dios” son un par de citas bíblicas que lo podrán convertir en todo un teólogo conservador amateur.
2)     Apele al pueblo o a la nación. Si se mueve en ámbitos seculares, apelar a Dios puede no funcionar, así que hay que pensar en otras instancias. Los pensadores del siglo XIX inventaron dos términos que le quitaron el poder a Dios sobre el Estado y se lo dieron a otras entidades, hasta ese momento inexistentes, pero que en el discurso funcionan a la perfección: “la nación” y “el pueblo”. No nos hagamos tontos, el pueblo, como fue retratado por los pintores de las décadas posteriores a la revolución francesa no existe, y atribuirle deseos y acciones a una masa heterogénea de personas, que en ocasiones ni siquiera hablan el mismo idioma, es sumamente absurdo. Y tan es así, que es necesario educar por al menos 9 años a la gente, contándole cuentos chinos sobre los héroes que dieron su vida por la libertad, para que se sientan parte de la “nación”. Pero eso no importa, lo importante es que, como la mayoría creemos que el pueblo existe, podemos hablar en su nombre. “El pueblo decidió en las urnas, y ¿quiénes somos nosotros para cuestionarlo?, si lo hacemos sería ser antidemocráticos, pues trataríamos de imponer la opinión de las minorías sobre la de las mayorías”… Este argumento funciona de maravilla. Además, cuando la gente molesta se manifieste y dañe los edificios, recuerde que están lastimando “el patrimonio de la nación”.
3)     La unidad ante todo. Si algo nos enseñó el PRI, bendecido por varias iglesias y alabado por las masas de trabajadores y campesinos a quienes les dio chamba y tierras, es que la unidad de la nación debe estar por encima de todo, y no debemos de dejar que las “ideologías” nos dividan. Por eso eran malos los sinarquistas, los panistas, los comunistas, y todas esas cosas que no miraban lo que nos une como mexicanos, sino que sembraban diferencias y discordias. Era tanto el daño que hacían que hasta se legisló sobre el delito de “disolución social”, y que a muchos de ellos, con todo el pesar de su alma, hubo que matarlos. Acuérdese que tener una sociedad “dividida” y “polarizada” es malo, así que basta con acusar a cualquier adversario político de sembrar la discordia para descalificarlo. “¿Por qué mejor en vez de estar viendo lo negativo y buscando como sabotear los proyectos modernizadores, no apoyan las decisiones del gobierno, que a fin de cuentas nos van a beneficiar a todos?”
4)     Piense en la familia y en los niños. La familia es la unidad básica y el núcleo de la sociedad. No les haga caso a los historiadores y antropólogos que dicen que el modelo hegemónico de familia es un invento de la modernidad capitalista, usted sabe muy bien que esta fue establecida por Dios, o si no es creyente, que es producto de millones de años de evolución, sabiduría de la naturaleza. Y como Dios y la madre naturaleza son más o menos lo mismo, y ni se equivocan ni los podemos cuestionar, nuestra obligación es preservar ese núcleo sagrado ante las perversiones de la modernidad/posmodernidad. ¿Qué tiene que ver esto con la política? Mucho… Por si no se ha dado cuenta, toda la gente que está en contra del gobierno, esos revoltosos que no trabajan ni quieren a su país, casi siempre están a favor de leyes que atentan en contra de la familia: Matrimonios homosexuales, aborto, reconocimiento de los transgénero, igualdad y /o equidad entre hombres y mujeres, feminismo, y demás barbaridades. Si así han logrado lo que han logrado, hasta en Italia donde vive el papa, ¿imagínese que pasaría si llegaran al poder en México? Porque los sociólogos que han demostrado que una pareja homosexual no necesariamente criará un hijo gay están mintiendo, seguramente son igual de jotos, así como los psicólogos que hace unas décadas quitaron la homosexualidad de catálogo de patologías de la APA. Basta con un testimonio conmovedor de un buen creyente convertido para demostrar todo lo contrario, y si no cree en Dios, basta con apelar a lo “normal” para argumentar por qué todas esas cosas no deben de existir. “Al rato hasta se va a legalizar que un hombre pueda casarse con su perro…”.
5)     Búrlese y sea sarcástico. Sí, el sarcasmo no es monopolio de la izquierda, sino que se trata de un patrimonio de la humanidad, y podemos usarlo a nuestra conveniencia. “Está mal ofender a un joto, pero nadie dice nada si ofendemos al papa”; esa si usted habla con gente católica. “Yo soy bien intelectual, por eso no veo el fut ni el box…” y de paso llámele “malinchista” o “malas vibras” a los que no apoyan al equipo local (especialmente si el dueño es un político), a la selección nacional de futbol o al Canelo. Acuérdese que apoyar los deportes es una forma de demostrar que se es bien mexicano, y si uno desde la televisión de su casa les tira malas vibras, puede hacerlos que pierdan… (con esto de paso le puede echar la culpa a los revoltosos de las tragedias deportivas). “Detrás de esto hay una conspiración de las mafias para distraer al pueblo y adueñarse de sus riquezas…” Claro, toda la gente de izquierda cree en las teorías de la conspiración, y burlándose a priori de eso puede demostrarle quién está en lo correcto.
6)     Sea cínico. Todos en este mundo tenemos que superarnos, todos luchamos por ser felices, por tener una familia bonita y todas esas cosas que siempre soñamos. Si nos distraemos pensando en el bienestar de gente que ni conocemos, pero que vive en colonias donde asaltan, violan y matan, no vamos a llegar a ningún lado, y lo peor de todo, ni nos lo van a agradecer. Lo mejor de vivir en una sociedad capitalista es que uno puede llegar tan lejos como se lo proponga, y quien opina lo contrario es porque es un amargado, un flojo o un comunista. El trabajo, el esfuerzo y demás, tarde o temprano son premiados, ya sea por Dios o por su mano invisible. Pero claro, si un amigo político o síndico nos hecha la mano, las cosas van a hacerse más rápido; el nepotismo y el tráfico de influencias son de esas cosas tan fáciles de ocultar que si no quiere ser cínico en su apoyo al régimen no tiene por qué serlo, y ni siquiera tiene que mentir. Pero si quiere serlo, puede crear toda una argumentación alrededor de “el PRI roba pero deja robar” y transfigurarlo en “el PRI era una democracia perfecta, porque había para todos”.
7)     Sea objetivo. Las ideologías y tomar partido por una opción política contamina la objetividad que un buen observador de la realidad debe de tener, aún y cuando no haya estudiado para eso ni lo haga como parte de su trabajo. Eso no es importante, lo importante es que cuando uno está “Más allá del bien y del mal” (si cita a Nietszche lleva las de ganar), o “fuera y por encima de toda política” (aquí la referencia es al papa León XIII, pero puede citar al papa que sea), se encuentra en la posibilidad de criticar y descalificar a todos los “ismos” sin argumentar otra cosa que: es que es comunista, es izquierdista, es anarquista, es feminista, es perredista, es 132, es zapatista… Y lo mejor, no lo pueden acusar de priista, porque usted no es ninguna cosa, y basta fingir objetividad para opinar lo que sea. Este argumento es de especial utilidad si usted es sacerdote o pastor, y lo acusan de meterse en política o de tomar partido.
8)      ¿Ya mencionamos al pueblo? No lo suficiente, y es que en Estados Unidos, que cuando nos conviene es el modelo a seguir y cuando no es el imperio que nos oprime, en el siglo XIX, un presidente (realmente no importa quién fue) dijo una vez que “cada pueblo tiene el gobierno que merece”. Esta es infalible, porque ni siquiera tiene aparentar ser optimista o estar a favor del gobierno, solo basta con echarle la culpa al pueblo para anular toda posibilidad de cambio o acción política. Los ejemplos cotidianos son lo mejor, la mordida, el dar mal el cambio, el pasarse el alto, el no respetar el lugar de los discapacitados… El gobierno que tenemos solo es un reflejo de nosotros, y aquí encaja cualquier cita de “El laberinto de la Soledad” del gran Octavio Paz. Si quiere ir más lejos, puede argumentar que la sociedad es la suma de los individuos, y que por lo tanto, es en manos de los individuos donde radica la posibilidad de cambio, ergo, si estos individuos no quieren que haya cambio, porque son conformistas o están contentos como viven, no podemos hacer nada. Esta es una manera elegante de disfrazar la famosa “el cambio está en uno mismo”, y lo dejan completamente libre de desinteresarse de la política, pero sin parecer apático. Este argumento es especialmente útil cuando se quiere cerrar una conversación.
9)      Póngase como ejemplo. El éxito y el progreso son posibles para todos, y seguramente usted puede ser un ejemplo de ello, y habrá muchos más en su familia. Relate cómo, sin andarse con cosas, sino a partir de trabajo, esfuerzo, ahorro -y dependiendo de quienes lo escuchen, bendiciones de Dios-, ha logrado llegar muy lejos. Tenga cuidado de no decirlo de manera muy directa, porque lo pueden acusar de estar presumiendo: mejor diga que ha obtenido lo suficiente para darle a sus hijos y su familia todo lo que usted no tuvo. Aquí la conclusión más importante, aunque debe cuidar de llegar a ella con tacto es: “los pobres son pobres porque quieren” y “el gobierno no tiene nada que ver con nuestras vidas, para que preocuparnos por eso”… Las mejores condiciones para presentarse como ejemplo es teniendo un empleo donde su sueldo, contrato y prestaciones provienen directamente del Estado, porque así tiene la vida resuelta, y obviamente le resulta incomprensible que la gente se manifieste. Si no quiere parecer cínico, tenga cuidado de no dar indicios de que además del esfuerzo personal, el nepotismo o el tráfico de influencias fueron factores en la obtención de su plaza.
10)   Haga obras de caridad. Esto solo es la cereza en el pastel que le dará la posibilidad de reforzar la autoridad moral con la que habla, y sobre todo, la prueba de que estar preocupado por los que menos tienen y defender el Status Quo no están peleados. Al contrario, es la demostración empírica de que, si a unos nos va bien, nos irá bien a todos. De preferencia no se limite a la caridad, sino que haga lo posible por que los destinatarios de su ayuda reciban también lecciones de cómo ser emprendedores, y que la clave para “salir de pobres” no está en la política, ni en las manifestaciones, sino en “uno mismo”, en trabajar duro.


Con estos sencillos pasos, usted le demostrará al mundo que se puede ser culto, progresista, y un férreo defensor del Status Quo y del régimen vigente, en este caso priista, pero puede adaptarse a cualquiera con mínimos cambios. Además, le brindará horas de diversión discutiendo con sus amigos o familiares intelectualoides, hipsters, 132, maestros revoltosos, o demás alimañas que nos hacen llegar tarde al trabajo, que amenazan con no dejarnos dar el grito o nos critican por apoyar a la selección nacional o al Canelo. Total, mientras uno y su familia estén bien ¿por qué preocuparnos por lo demás?

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