lunes, 17 de septiembre de 2018

Recuerdos de un domingo

Son cerca de las 5 de la tarde. Desde el cubículo que me prestaron se alcanza a ver cómo, ante la caída del sol, los colores del otoño invaden el campus de mi antigua universidad. Aún así, esos colores no lucen tan otoñales como los de la tarde de ayer, 16 de septiembre.

Tuvimos una reunión familiar en casa de mi hermano Marcos, el carpintero. Hace cerca de un año ahí hubo un incendio, registrando pérdida total. Su casa, su taller de carpintería, su equipo de sonido, sus recuerdos familiares... Con mucho trabajo y con la ayuda de amigos, muchos de ellos del oratorio salesiano donde él y su familia se congregan desde hace años, han logrado salir adelante. Yo me encontraba en Querétaro cuando eso ocurrió. Mi sobrina, en Guanajuato. Fue hasta diciembre del año pasado cuando pude verlos. Las cosas van a mejor con su familia, lo cual me reconforta.

El trayecto a su casa, ubicada en el este de la ciudad, revivió numerosos recuerdos, principalmente de la infancia. Primero sobre las vacaciones de verano en las que acompañaba a mi papá y a mis hermanos al taller de carpintería, donde a ratos me entretenía, y a ratos me aburría. Luego, recordé cuando acompañaba a mi mamá a un puesto donde vendíamos ropa de segunda, nieves y no recuerdo qué otras cosas. No siempre la pasaba bien. Desde niño solía sentirme solo, que no encajaba, quizá por ser el menor de la familia. Mi mamá, sin embargo, me recuerda como un niño feliz, en un ambiente que se asemejaba a un día de campo, por encontrarse esos lugares en lo que entonces eran las afueras de la ciudad. Quisiera tener una memoria tan selectiva como ella.

La sensación de no encajar no se ha ido. Por el contrario, entre más tiempo paso entre archivos, libros y papeles viejos, o en conversaciones que intentan traer al presente episodios del pasado que no siempre son gratos, más trabajo me cuesta "relacionarme con las personas", por decirlo de alguna manera. La tarde de ayer me recordaba que una parte de mí se había sentido siempre más o menos así, fuera de lugar. Entonces, cuando mi hermano se disponía a poner el pollo en el asador, prendió unas bocinas para escuchar música. Sonó "no dejes que" de Caifanes, la primer canción que me aprendí en la guitarra. Adrián, mi otro hermano, el profesor, me enseñó sus acordes hará unos 17 años. Me di cuenta de que, aún y cuando sigo siendo el mismo outsider de siempre, de alguna manera estaba en casa. El sol terminó de caer, y entonces recordé que, cuando era niño y salíamos de paseo en fin de semana, no quería que esos días terminaran.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Siempre es otoño

Es domingo por la mañana. Tomé café y comí algunas nueces y almendras. No tengo mucha hambre. Anoche salí con mi exnovia de la prepa. Dentro de no mucho tiempo habremos cumplido 15 años de conocernos. En un par de semanas iremos a un concierto. Quisiera pensar que es una amistad que he sabido cuidar.
Mi hermano y mi mamá platican en la cocina. Hablan sobre gente que cruza a Estados Unidos ilegalmente, y cómo ese proceso es más difícil para los centroamericanos. Mientras, de fondo, suena música de trío. Yo platico por whatsapp con Pahola sobre las próximas entrevistas de mi investigación en curso, y sobre sus clases de historiografía en la Ibero. La sala está oscura, entra poca luz. Apenas se ilumina el cuadro de un paisaje, pintado sobre terciopelo negro por mi papá hace unos 40 años. Hay otro cuadro, iluminado por la luz de la cocina y el comedor. Es un Ecce Homo, pintado también sobre terciopelo. En su conjunto, ambas imágenes transmiten un poco del pasado de mi familia, un pasado que se ha ido para siempre, pero que de pronto irrumpe por medio de recuerdos, de objetos, de algunas pláticas.

Entre muebles, cuadros viejos, pláticas sobre la frontera, historias de las religiones y un aire fresco que anuncia la llegada del otoño, paso la mañana de este domingo, un día que por muchos años estuvo consagrado a ir a misa, y luego, a reunirme con otros jóvenes católicos. No estoy seguro de estar en casa, porque ya no se parece tanto a la casa que recuerdo, pero al menos, hay un acto de hospitalidad de mi familia de recibirme acá, luego de 3 años de ausencia. Mientras, esperamos la próxima estación del año, la que solemos asociar con la vejez, la nostalgia y la melancolía. Entonces recuerdo algo que hace unos días le dije a alguien: para mí, siempre es otoño. Tal vez por eso terminé siendo historiador…