domingo, 8 de diciembre de 2013

Ante la falta de izquierda ¿cristianismo?


En los últimos años se ha venido construyendo un mapa geopolítico e ideológico que hace una década, era simplemente impensable. De acuerdo con algunos sondeos, el político con más poder en el mundo (cualquier cosa que eso signifique) ya no es el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sino si homólogo de Rusia, Vladimir Putin; esto se evidenció con la crisis internacional que hace unos meses se gestó alrededor de una inminente intervención estadounidense en Siria, y que al parecer, fue evitada por la presión diplomática del país más grande de la ex Unión Soviética. Solo que esta vez, no hay ninguna referencia a Marx, a la dictadura del proletariado, ni a todos esos sueños que, tras algunas décadas, terminaron por convertirse en una suerte de pesadilla, de la que según algunos, despertamos a finales de los años 80. Más aún, de acuerdo con algunos diarios internacionales, Obama dejó también de ser el principal líder de “izquierda” a nivel mundial, y tras la muerte de Chávez –cuya gestión fue sumamente cuestionable en muchos aspectos–, se vislumbra que el personaje más emblemático de la izquierda es nada menos que el jesuita Jorge Bergoglio, o como se hace llamar desde que fue elegido como obispo de Roma, Francisco.
            La razón de este peculiar fenómeno no es tan difícil de encontrar. Después de la caída del muro de Berlín y de la desintegración de la URSS hemos comenzado a vivir en una especie de mundo post-ideológico. Esto no significa que sea el “fin de la historia”, como dijo Fukuyama, o que todos los conflictos sean “culturales” como Huntington esperaría, sino que la izquierda, que ciertamente sigue existiendo, se ha vuelto más bien cautelosa, y que el “pensamiento débil” de éste sector (por usar el término de Vattimo, a lo mejor mal empleado) ya no lanza ninguna crítica contundente al capitalismo, simplemente se limita a tratar de construir una especie de capitalismo con rostro humano, algo no tan distinto al sueño socialdemócrata de humanizar y democratizar el socialismo. Más aún, en países como México, lo más parecido a la izquierda políticamente visible que tenemos, se limita a soñar con restaurar los años dorados del régimen revolucionario… Por ello, tiene sentido que la única instancia desde la cual es posible imaginar un futuro radicalmente distinto al presente en el que vivimos, sea quizá paradójicamente, la tradición cristiana.
            En la primera de sus tesis sobre filosofía de la historia, Walter Benjamin apunta la estrecha relación entre la teología y el materialismo histórico, aunque desde el horizonte secular desde el que escribió, la primera debía de permanecer oculta, pues la religión no era bien vista en los espacios públicos, menos en la izquierda, pero esto no significaba que desapareciera del sistema filosófico que, por cierto, ella misma engendró. Hoy, como señala Slavoj Zizek, tenemos la situación opuesta, decirse marxista es mal visto, cuanto más hablar de socialismo y/o comunismo, pero la religión parece regresar paulatinamente a los espacios públicos, y es probablemente desde donde será posible generar importantes cambios.
            Pero tampoco hay que precipitarse, pues los mayores prejuicios con respecto a la izquierda no solo vienen desde el “gran capital”, sino de las mismas iglesias cristianas. No importa lo explícita que sea la afinidad electiva entre el materialismo histórico y la teología de la liberación, no hay mayor pecado para muchos sacerdotes católicos que decirse marxistas, pues en la soberbia característica de la Santa Sede, se sigue pregonando que no necesitamos a Marx, porque tenemos a León XIII, aunque cualquier lectura cuidadosa de la doctrina social de la iglesia nos hará notar que hay poco evangelio y mucho tomismo en ella, y que éste a su vez, es más aristotélico que cristiano. Alguna vez escuché de un teólogo jesuita la siguiente frase: “la doctrina social de la iglesia, ni es doctrina, ni es social, ni es de la iglesia”, y aunque no concuerdo en su totalidad con ello, me parece que vuelve evidente el hecho de que al interior del mismo catolicismo sigue sin haber un consenso sobre cómo atender “la cuestión social”, y en mi opinión, no tiene por qué haberlo. Ninguna iglesia ha sido nunca un cuerpo homogéneo en el que todos sus miembros comparten las mismas creencias, pero a ninguna le gusta admitirlo, por el contrario, cuando estas diferencias se vuelven evidentes, suele tratarse de acontecimientos sumamente traumáticos.
En este sentido, los grandes economistas fallan cuando tachan a Francisco de marxista, aunque acertarían si acusaran de tal cosa a gente como Leonardo Boff o Jon Sobrino, aunque ellos no lo admitieran. La crítica al “capitalismo salvaje” no es nueva, está presente desde el siglo XIX, en especial con la encíclica Rerum Novarum; la DSI, expresada en movimientos como el catolicismo social o la democracia cristiana (que no hay que confundir) se constituyó como una “tercera vía”, alternativa tanto al capitalismo liberal como al socialismo, pero la “liberación” de las clases trabajadoras no estaba dentro de su agenda. La DSI era conservadora, pues buscaba la restauración del orden social cristiano que se rompió con la revolución francesa, pero con una ruta mucho más clara que las reacciones viscerales de Pio IX en el Syllabus, y no solo proponía la instauración de un régimen corporativo, totalmente opuesto a las nociones modernas de ciudadanía, sino que además proclamaba la existencia de una suerte de desigualdad natural y deseada por Dios, la cual no había que combatir, como propugnaba el socialismo, sino por el contrario, propiciar la conciliación de las clases sociales antagónicas. Aquí había un eco evidente de la máxima aristotélica que dice algo así como: unos nacieron para gobernar, y otros para obedecer.
En este sentido, pienso que vale la pena, aunque suene rebuscado, pensar históricamente. No se trata, diría O´Gorman, de pelarnos con los muertos en este caso, con los católicos pre-conciliares– pero si distanciarnos de ellos. Porque el mundo al que intentaron responder es distinto del nuestro, y porque la iglesia de entonces no es la misma iglesia que la de hoy. Para León XIII, bastaba con que los ricos practicaran la caridad con los pobres para construir una sociedad más justa y armónica. Hoy vemos que, aunque mantenga su distancia del materialismo histórico, la crítica de Francisco va más allá, pues habla de un sistema que ve al dinero y las riquezas como algo sagrado; aquí hay un eco no solo de la DSI, sino también de pensadores como Benjamin, Marx y Engels, y si rastreamos más en el pasado, a movimientos milenaristas, que criticaron desde el cristianismo el orden social y económico que comenzó a construirse junto con eso que llamamos modernidad, y que lo pensaron desde el cristianismo tal vez no por ser la religión que posea la verdad, sino porque desde ese momento histórico, era el único lenguaje que les permitía articular su pensamiento.

Lo cierto es que tanto el conservadurismo como el liberalismo capitalistas parecen tener un nuevo y a su vez viejo enemigo, que ha optado por salirse de la jaula que la modernidad construyó para la religión. Y al mismo tiempo que intenta sanar un cuerpo que aún parece en riesgo de implotar, este obispo de Roma ha optado por denunciar que, como señaló en su momento el marxismo, el capitalismo puede ser parte de la historia, pero no el horizonte ético definitivo para la humanidad.

2 comentarios:

  1. Lo de Francisco no se aleja tanto del discurso que Ratzinger esgrimió en 2006 cuando debatió con Habermas, en tato que ambos mencionan una especie de patología en la racionalidad occidental. Aun así ninguno se ha dejado seducir por la teología de la liberación. Siguiendo a Bolivar Echeverria hablaríamos de "capitalismo cristiano corregido” sin embargo la inexistencia de un portavoz de la "ética protestante" puede restarle influencia a este proyecto de Roma.

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  2. Quizá lo más irónico de todo es que la "ética protestante" pareciera estar más descontinuada que el mismo marxismo. Las iglesias con mayor crecimiento (pentecostales y neo-pentecostales) no tienen casi nada que ver con ésto, y en el capitalismo contemporáneo, cualquier indicio de moderación es vista con suma desconfianza. Y de la acusación de marxista, pues muchos republicanos han dicho lo mismo de Obama...

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