domingo, 2 de septiembre de 2012

Fantasmas que no asustan, pero que no se van

Cuando reflexiono sobre la situación política actual, sobre mis temas de investigación, o intento seguir el hilo de los diálogos teológico-religiosos con mis amigos, no puedo evitar pensar en ciertas ideas que casi siempre aceptamos por dadas, naturales u obvias... Que muchas veces terminan siendo las respuestas prefabricadas a todas nuestras interrogantes, y que pensar de otra manera nos cuesta muchísimo trabajo.

Uno de ellos, principalmente en la esfera política, es la bendita Unidad Nacional... Sí, cada que tenemos alguna discusión ideológica pareciera aparecer ese fantasma que en un tono a veces conciliador, otras autoritario nos susurra al oído: Dejen de discutir, eso solo nos divide, tenemos que estar unidos, tenemos que hacer a un lado nuestras diferencias, es momento de construir el futuro, todos somos mexicanos, etc; Y claro, para remarcarlo hay que hacer referencia a momentos heroicos de nuestra historia más inventada que investigada, y que casi siempre olvida que ese bonito discurso se originó en un ambiente autoritario y antidemocrático, donde el espacio público era lo más vigilado, y donde los traidores a la patria (y a la revolución) eran juzgados como los herejes lo habían sido en siglos pasados. Nos cuesta trabajo pensar que los debates y las discusiones puedan construir, y que buscar la justicia social debe de ir mucho más allá de "progresar como país". Seguimos buscando ser uno de los mejores países, y se nos olvida que hace algunas décadas se inventó algo llamado "derechos humanos"... Si lo importante es estar unidos como mexicanos ¿dónde quedan los migrantes centroamericanos o los indígenas cuya identidad se apoya en otros imaginarios?

Pero estos sueños de una sociedad homogénea no surgieron en los Estados nacionales, y las comunidades imaginarias más antiguas y persistentes suelen ser los grupos religiosos que se imaginan como parte de una iglesia universal. Aquí la disidencia y la diferencia es más peligrosa, pues no se rompe con la unidad de la nación, sino que se desgarra el cuerpo de Cristo; la diferencia es una amenaza de la que hay que cuidarnos... la teología no es para discutir y construir consensos sino para descubrir verdades reveladas.

Sin embargo, creo que es imposible lograr consensos totales, pues la sociedad es desigual, y la forma en que la entendemos también lo es, pues no observamos el mundo desde la nada sino desde lugares y posiciones sociales específicas, muchas dadas por nacimiento (como el Dasein de Heidegger) otras por nuestra casi siempre limitada agencia. Mestizos, indígenas, mujeres, hombres, gays, lesbianas, clérigos, laicos... No se, creo que no se trata de que todos sintamos que somos parte de lo mismo y veamos el mundo, la política y la religión de la misma manera, sino de que desde nuestras diversas y múltiples perspectivas seamos capaces de imaginarnos un mundo en el que todos quepamos, y donde la diferencia no implique subordinación, carencias, exclusión e injusticias... Si no repensamos los consensos a los que aspiramos, creo que no solo vamos a frustrarnos por nunca alcanzarlos, sino que nos desgastaremos intentando colonizar la conciencia de  los otros y las otras. Sea como sea, siempre habremos algunos que simplemente sobramos, y más que buscar nuestra tajada del pastel, nos toca tomar una posición ante el mundo.

http://www.youtube.com/watch?v=k2JOD2Kc5Jw

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