jueves, 1 de mayo de 2014

A propósito de la 72.

Anoche, mientras muchos de nosotros bromeábamos con respecto al día del niño, leíamos tranquilamente sobre algún tema de nuestro interés, o veíamos la televisión, un grupo de alrededor de 300 (por alguna razón es un número recurrente en diversos acontecimientos históricos) migrantes centroamericanos fueron detenidos en un operativo del Instituto Nacional de Migración. Ellos formaban parte del “viarucis migrante” que desde hace varios años organiza un franciscano llamado Tomás González, responsable del albergue conocido como “La 72” en Tenosique, Tabasco, y que esta vez fue capaz de reunir un contingente de más de mil personas, que el día de hoy se encuentran en Saltillo, en una manifestación en la que participa el obispo Raúl Vera; ellos eran un segundo grupo, que ante la negativa para permitirles subirse a los ferrocarriles (cosa que había pasado con el primer grupo) decidieron iniciar esta marcha. Dentro del operativo fueron golpeados tres activistas, el abogado Rubén Figueroa, Fray Tomás OFM y Fray Aurelio OFM.
De acuerdo con una de los las pocas notas de periódicos “convencionales” que han abordado el asunto, los detenidos son 263, y el operativo se debió presuntamente a que éstos infringieron la Ley de Población. Al parecer, lo que sigue en el procedimiento es su deportación, vía Tapachula, hacia sus países de origen. Si bien la nota periodística a la que hago referencia cita textualmente las declaraciones de Rubén, no hay ninguna mención sobre la violencia con la que procedió el INM. Esto lo sabemos porque varios de los activistas involucrados en el tema de la migración, o inclusive quienes seguimos estos temas no tan de cerca, nos valimos de Facebook y Twitter para difundir, casi en tiempo real, lo que estaba ocurriendo. Y fue posiblemente la noticia de que Fray Tomás había sido golpeado, lo que causó una mayor indignación.
Pero no nos “vayamos con la fina”, este no es un franciscano convencional. Antropólogo y “chilango”, "alburero" y “pisteador”, acostumbra a meterse en problemas, ha organizado varias marchas y hasta huelgas de hambre, ha sido amenazado en varias ocasiones, y seguramente ésta no es la primera vez que lo golpean, pues mantener un albergue libre de maras o enganchadores es una tarea ciertamente arriesgada. Pero al parecer ésta sí es la primera vez que es agredido directamente por las autoridades, y contar la historia de un franciscano golpeado por los representantes del Estado, inevitablemente nos lleva a muchos a enmarcar estos acontecimientos dentro de una narrativa hagiográfica, donde hay lugar para el pueblo de Dios sufriente, para el tirano que le oprime y para quienes, emulando al nazareno, ofrecen su vida por los oprimidos.
Las cosas bien pueden ser más un poco complejas, pues aunque el “buen” religioso (hay que tener en mente que hoy en día, ser un fraile no lo convierte automáticamente en un ejemplo a seguir, sino todo lo contrario) agredido es una de las muchas gotas que están derramando el vaso en cierta opinión pública, las preocupaciones de quienes vivieron tal vez son otras. Más que su propia integridad, los mensajes que circulan en las redes desde anoche demuestran que su preocupación está puesta en esos 300 migrantes, muchos de ellos separados de sus hijos, que durante los próximos días serán deportados, y cuyos nombres y rostros ni siquiera conocemos, pero que indudablemente la pasaron y la pasarán todavía peor que éstos tres activistas. Y esto es solamente el comienzo visible de algo que inició con el regreso del PRI a los Pinos, la criminalización descarada de la migración centroamericana en México.
No hay razón para que Estados Unidos no pueda pasar una reforma migratoria si existe una política de cooperación que delegue el trabajo sucio de la “Migra” al instituto nacional de migración en nuestro país, y así, las violaciones a los DDHH necesarias para mantener la paz y la tranquilidad en el primer mundo se llevan a cabo miles de kilómetros hacia el sur. Tampoco es coincidencia que en estos días se esté discutiendo en México la reforma a las leyes de telecomunicaciones y la posible suspensión de derechos y garantías cuando la seguridad pública esté en riesgo, ni que esto haya ocurrido un día antes de las manifestaciones por el día del trabajo más vigiladas que ha habido en muchos años. Mientras el Estado se reconoce fallido en estados como Michoacán y Tamaulipas, en el sureste se vale de su escaso margen de acción para hacer cumplir la ley contra los extranjeros de ciertos países que consideramos “más jodidos” que el nuestro.
¿Qué responder ante ésta situación? Las posibilidades son varias, pero no infinitas, y van más allá de estar a favor o en contra de la migración, de las reformas y de todas estas quimeras de la opinión pública contemporánea, de ser de derecha o de izquierda. Las redes sociales conectadas por medio de internet han comenzado a diluir las barreras entre ser espectador y partícipe, así como las facilidades para apoyar directa o indirectamente este tipo de causas por medio de firmas, campañas de cooperación, etc. Difundir notas de medios independientes con contenidos que son suprimidos en la TV o en los periódicos puede hacer una considerable diferencia en la opinión pública, así como comunicarlos de manera oral a personas que por alguna razón, permanecen fuera de éstas redes. Tan es así que nuestros representantes están replanteándose varios contenidos de la ley telecom, cosa que seguramente no hubiera sucedido sin las presiones de la red. Sin embargo, el riesgo consiste en convertir estos acontecimientos en un simple espectáculo, pues el carácter virtual del internet puede, sin muchas dificultades, desterrar lo real contenido en estas historias, violencia, sufrimiento, desigualdad.
Posiblemente, Dostoyevski tenía razón en su cuento titulado “El Gran Inquisidor”, donde se atreve a enunciar explícitamente algo que a la mayoría de quienes nos decimos o nos hemos asumido como cristianos nos da miedo reconocer: el Dios cristiano no es la fuente del orden, sino una especie de acosador que suele perturbarnos en nuestra felicidad, articulada alrededor de las tres tentaciones que se le presentaron a Jesús en el desierto: el pan, la confianza en la autoridad y el misterio. Así, la tentación de los creyentes ante estas situaciones son muy parecidas, pues nuestra consciencia puede tranquilizarse fácilmente por medio del altruismo, limitándonos a llevarles un poco de pan a quienes no tienen trabajo, sometiéndonos a los poderes establecidos, y reconociendo si no que el Estado tiene la razón, si que no podemos hacer nada ante semejante monstruo, o más aún, interpretando el carácter misterioso de la violencia y la injusticia como designios inescrutables de Dios en la historia (por algo pasan las cosas, no hay mal que por bien no venga, Dios actúa de maneras misteriosas…). Así, podemos enterarnos de cualesquier catástrofe humanitaria sin que nuestra consciencia y nuestra felicidad se perturbe.
La respuesta de los activistas agredidos, que me permito citar textualmente, nos permite comprender que, quizá despojada de un carácter mágico e incluso religioso, desterrada de los símbolos que articulan nuestra forma de comprender el mundo, ciertos elementos de la fe cristiana hacen posible, no solo la lucha por los derechos humanos de quienes han sido desterrados por el “menos peor” de los sistemas económicos posibles, sino que la indignación y el coraje no se limiten a alimentar el rencor y la violencia y los deseos de una justicia nietzscheana (es decir, como una forma de venganza instituida) que, por sí misma no cambia nada. La respuesta no está en el yo indignado y herido, sino en el otro, en esa enigmática figura que con un rostro desfigurado y que para muchos de nosotros raya en lo monstruoso, amenaza todos los días con perturbar nuestra calma, ya sea viajando por los trenes o transhumando entre albergues y penitenciarías, pidiéndonos algo de comer u ofreciéndonos su trabajo.

¿Cómo se contiene la rabia cuando esta sale por todos los poros?
¿Cómo hacerle para que el corazón no se invada de odio?
¿Cómo contener el llanto que produce la impotencia?
Golpeado, golpeados el Tío y Ruben, amenazados, burlados...
Y sin embargo es lo que menos importa, a ellas, ellos (más de 300) se los llevaron, nuevamente de la misma manera, detenidos, criminalizados, separados los hijos de sus mamás (¡qué espantoso día del niño!). También llorando de rabia y de frustración pues ellos no "lograron" lo que aquellos más de mil han logrado en esa digna caravana que ya recorrió el país de sur a norte.
Gracias a todas a todos por sus mensajes, por su solidaridad; nosotros no volveremos atrás ni para tomar aire, seguiremos.

Si al enterarnos de lo sucedido en Tabasco, o al entrar en contacto con éstas personas (aunque a veces pareciera que no son tales) nuestra consciencia se ha estremecido y ha comenzado a cuestionarse qué hemos hecho al respecto o qué hemos dejado de hacer, bien podemos decir que hemos vivido una auténtica experiencia espiritual cristiana, y que literalmente hemos sido tocados por Dios, todo lo demás podemos encontrarlo en cualquier parte, pues como le dijo una vez el reverendo Alegría a Ned Flanders: todas las religiones son más o menos lo iguales. Personalmente, debo decir que mi seguimiento a todo esto se debió a que dos amigos y exalumnos fueron voluntarios en la 72, y mi primera reacción fue: si esto hubiera ocurrido en otro momento, ellos seguramente también habrían sido agredidos. Al mismo tiempo me di cuenta de que mi preocupación estaba puesta únicamente en quienes tienen casa, nacionalidad, nombre y rostro, y no en quienes más sufrieron. Al final, no puedo sino cuestionarme mi trabajo como profesor y como historiador, no porque éste sea malo o innecesario, sino porque como todo, sé que nunca es suficiente, hace falta más. En este preciso momento solo puedo compartir algunas reflexiones, pero éstas pueden ser el inicio de algo más, y me doy cuenta de que lejos de desaparecer, el religioso se convierte, como diría Michel de Certeau, en una figura cada vez más enigmática, posiblemente porque sus deseos siempre están organizados desde una lógica que a veces nos resulta incomprensible.




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