domingo, 19 de agosto de 2012

Escritos de madrugada


Seamos uno hoy, seamos algo nuevo este día. No para sonreír falsamente ni para acumular más que ayer, sino para dar más y pedir menos, para esperar menos y ofrecer más.

¿Para qué pasar la vida persiguiendo metas que otros pusieron en nuestra cabeza, y que para alcanzarlas hay que mortificar el cuerpo, renunciar al gozo y al presente? Los roedores guardan alimento para el invierno y los cactus agua para el verano. ¿Para  qué matarnos por aquello que no podemos comer ni beber?
Seamos uno, pero no seamos lo mismo. Seamos lo uno y lo otro, no para mandarnos y obedecernos, sino para escucharnos y acompañarnos.

¿Por qué vivir para uno mismo si podemos vivir para muchos más? ¿Por qué buscar satisfacer solo nuestras necesidades si podemos satisfacer las de los otros? ¿Por qué dejarle a la mano invisible lo que nosotros mismos podemos hacer? Si el mucho saber no harta ni satisface el alma, ¿lo hace el mucho tener?

¿Es que acaso todo es hedonismo, a veces disfrazado de cristiandad, de altruismo o de humanismo secular? ¿Es que solo podemos amar al que está a nuestro lado si un hombre bajado del cielo nos promete vida eterna?

Tal vez sea hora de dejar que los muertos entierren a sus muertos, y de buscar día y noche la manera de resucitar a aquellos que injustamente han sido asesinados… ¡Pero somos tan necios que alguien necesitará prometernos un premio para que nos atrevamos a hacerlo! Cuando al final, el único regalo que nos depara es la posibilidad de dar un poco de vida y de esperanza a los otros, cosa que el mundo nos ha enseñado a aborrecer.

Seamos uno hoy, quien quite y nos agrada permanecer así hasta mañana, vale la pena hacer el intento. Pero no seamos uno con el pretexto de ser nosotros la cabeza y los otros el cuerpo, ni para anular el yo y alcanzar el nirvana, sino para al menos ser capaces de resistir la tormenta que se avecina, en la que con tal de conservar unos papeles en la bolsa, muchos están dispuestos no a morir, sino a matar por esa patria amada, por ese paraíso perdido que tantos anhelan recuperar, en el que se obedece para mandar, en el que se premia al sumiso llamándole trabajador, y donde el inconforme tiene derecho a recapacitar, a callar o a morir.



Seamos uno hoy, y tal vez mañana podamos seguir siendo nosotros, pues hasta hace poco no existíamos, y si por muchos fuera, ya habríamos dejado de existir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario